Obra de Paula López Droguett
Desde chica me llamó mucho la atención la violencia doméstica, ya sea física o psicológica, ya simplemente por aquellas cosas que se supone que las madres tienen que hacer: alimentar a todes, servir, ordenar, limpiar, cuidar, postergarse, me llamaba mucho la atención y me dolía mucho que las mujeres de mi familia todas tuviesen ese rol, dueñas de casa, y porque yo nací mujer y no era lo que yo quería para mí, entonces me conflictuaba; creo que a partir de eso empecé a recabar en ciertos símbolos que aparecen después en «Cárcel de Amor»
Esto obedece a mi recuerdo infantil del momento en que se enceraba la casa, luego de que las mamás habían estado haciendo el aseo durante días, era el momento en que la casa era un templo, como una señal de pulcritud a la cual no se podía entrar; todo quedaba muy brillante después de pasar el «chancho», pero era muy extraño porque la casa quedaba hediondísima, ya que la cera tiene un olor fuerte de la parafina, esa brillantez era también extraña porque era muy frágil, porque bastaba que alguien pisara el piso para que se estropeara todo.