Gólgota, caravana de la muerte

Gólgota, caravana de la muerte

Obra de Mauricio Toro Goya

«En mis proyectos, lo que primero hago es escribir los guiones, y después boceteo. Como en el cine, hago una especie de story board a un solo cuadro, después viene la producción, el casting, la puesta en escena, y después la fotografía que es lo último del proceso, lo que menos me gusta. Pero, es el resultado de todo lo otro. Todo lo otro es lo que me fascina, todo lo que contiene ese proceso es lo que me gusta.»
«Me demoro 4 años en el proceso creativo y seis meses en hacer la foto. En rigor, yo no hago postproducción, porque ésta la hago ya en la preproducción. Y tengo que manejar todos esos detalles previamente porque es una sola toma, porque es complejo el proceso fotográfico, y porque además exige demasiadas cosas que hoy no se toman en cuenta. La velocidad de obturación, la iluminación, la sensibilidad de la emulsión. Todas estas cosas las tengo que resolver antes, incluso en la iluminación genero luces falsas porque están hechas con maquillaje sobre el rostro y el cuerpo.»

«Así nace “Gólgota, Caravana de la Muerte”, como una idea que trata de resolver esta ausencia de imágenes de la tortura. No había imágenes fotográficas de aquello, por lo menos al alcance de nosotros. Entonces, me basé en experiencias propias, y en los dibujos que veía de los informes que dieron las víctimas, más lo que está exhibido en el museo. El proyecto va desde una cuestión completamente subjetiva, hasta desarrollarse de forma literal a los relatos de las víctimas. Hay escenas donde el piso y los muros están construidos según lo que decían los relatos. Lo hice porque sentía que hacían falta fotografías de esos hechos, usando además, códigos que se conectaban con la gente.»

Revolver Dolls

Revolver Dolls

Obra de Juliana Rodriguez

«Llegué a tener alrededor de 14 Barbies y 6 Kens, los cuales amaba caracterizar, crearles historias, sets fotográficos, puestas teatrales; eran mis actores de plástico. De grande volví a coleccionar y cuando comencé a hacerlo me di cuenta de que faltaba algo o de que en algún punto no encontraba el sentido o el placer de hacer por hacer, no podía como el típico coleccionista de Barbie tener a la muñeca en su caja, inmutable, apilada en una repisa para contemplarla como un objeto inerte más en su vitrina. No, debía recobrar esa interacción, esa especie de comunión mágica que tenía de niña con ellos, pero ¿cómo?»

«Revolver Dolls surgió como una búsqueda de reconciliación con el cine, plasmando técnicas del mismo en una puesta serial con Barbies en lugar de actores. Filmando, me encontraba con que había muchas cosas que no podía llevar a cabo porque resultaban imposibles a mi alcance real monetario,  y sentía que mi cabeza avanzaba a un nivel superior al que mi realidad del día a día me llevaba. Con Revolver Dolls, en cambio, logré ponerlos en un mismo nivel. Lo técnico o lo monetario, o las disposiciones de ánimo de los actores o el equipo técnico ya no son un impedimento, todo puede resolverse a mis tiempos y a mis necesidades, me planteo una meta visual/narrativa y la ejecuto en un tiempo factible, tangible en el HOY Y AHORA»

Juliana Rodriguez

Juliana Rodriguez

Artista multimedial nacida en Argentina en 1984. Directora de cine por el Instituto de Arte Cinematográfico de Avellaneda, 2007. Su infancia estuvo fuertemente influenciada por su fascinación por las muñecas Barbie, la música grunge, la fotografía y la confección.
Rodríguez ha expuesto en múltiples galerías de Argentina y Estados Unidos. Desde el 2017 y en consonancia con un enfoque más digital de sus últimos trabajos lo ha hecho exclusivamente en las redes sociales, principalmente Instagram y Youtube.
Actualmente vive y trabaja en Raleigh, Carolina del Norte, Estados Unidos con su esposo y sus dos hijos.

Transcribimos una animada entrevista realizada en el 2012, con la argentina Juliana Rodríguez, directora de cine y autora de «Revolver Dolls». Juliana reside en este instante en Raleigh, en Carolina del Norte, EEUU y alterna el montaje y puesta en escena fotográfico con la animación en 3D.

Eres audiovisualista y documentalista, con ciertas metodologías claves en el proceso creador. ¿en qué sentido se inserta «Revolver dolls» en ese mundo? ¿Cómo aporta?

Sí, soy directora de cine originalmente, no sé si documentalista, justo mi opera prima terminó siendo un documental titulado “Horses” , que trata sobre el maltrato que sufren los caballos de tiro en Argentina usualmente utilizados para “cartonear” (13 años atrás vi como mataban a palazos a un pequeño caballo, imagen que me tortura hasta el día de hoy). Fue y sigue siendo un film bastante censurado en los festivales de cine seudo “independientes” de mi país. En relación a “Horses”, recuerdo a un ex compañero del instituto de cine donde cursaba que al ver lo de éste proyecto mío me dijo: “me alegra que hayas reconsiderado la idea de que el documental es cine, jaja”. Y sumo más risas ahora de mi parte a esto porque para entonces había olvidado por completo ese viejo pensamiento. El hecho es que ya cuando cursaba la carrera de cine, en el IDAC (Instituto de arte cinematográfico de Avellaneda), instituto enfocado hacia la rama documental, desde el vamos sabía sin titubeos que mi rama a seguir sería la ficcional. En aquel momento hacía bandera abierta de que el documental no era cine y de que como género era una aberración, y aquí estaba yo teniendo de opera prima un documental. Éste suceso me marcó claramente de que todo en algún punto es relativo y que no hay que casarse con nada, pero “Horses” nació de las entrañas, de una necesidad instintiva por hacer un aporte a una causa que me desesperaba y aún desespera y no considero para nada resuelta. Vino del corazón y no del raciocinio.
De una misma manera nació Revolver Dolls, en un momento de crisis con mi carrera, en una necesidad desesperada por recobrar mi fé en el hacer cine y en la propia humanidad. De niña las Barbies me fascinaban, coleccionaba desde los 8 años, la misma edad donde dije “de grande quiero ser directora de cine”. Recuerdo que la primera vez que tuve una Barbie en las manos (la Barbie Ibiza edición Argentina de 1991), no quise otro juguete que no fuera ella. Llegué a tener alrededor de 14 Barbies y 6 Kens, los cuales amaba caracterizar, crearles historias, sets fotográficos, puestas teatrales, eran mis actores de plástico. De grande volví a coleccionar y cuando comencé a hacerlo me di cuenta de que faltaba algo o de que en algún punto no encontraba el sentido o el placer de hacerlo por hacerlo, no podía como el típico coleccionista de Barbie tener a la muñeca en su caja, inmutable, apilada en una repisa para contemplarla como un objeto inerte más en su vitrina. No,…debía recobrar esa interacción, esa especie de comunión mágica que tenía de niña con ellos, pero ¿cómo? Ya no jugaba con muñecos, era una mujer adulta. Y así fue como empecé haciéndoles ropa propia, tal como lo hacía de niña pero con un sentido más amplio del diseño (mi abuela es modista), y luego les saqué fotos en estos vestuarios y así fui lentamente sumando elementos, una luz, una puesta mínima, una temática, pero cuando tuve la verdadera “crisis” con el seguir filmando y con el seguir tratando con actores de carne y hueso surgió realmente Revolver Dolls como una búsqueda de reconciliación con el cine, plasmando técnicas del mismo en una puesta serial con Barbies en lugar de actores. Filmando, me encontraba con que había muchas cosas que no podía llevar a cabo porque resultaban imposibles a mi alcance real monetario,  y sentía que mi cabeza avanzaba a un nivel superior al que mi realidad del día a día me llevaba. Con Revolver Dolls en cambio logré ponerlos en un mismo nivel. Lo técnico o lo monetario, o las disposiciones de ánimo de los actores o el equipo técnico ya no son un impedimento, todo puede resolverse a mis tiempos y a mis necesidades, me planteo una meta visual/narrativa y la ejecuto en un tiempo factible, tangible en el HOY Y AHORA, y no se pierde en solo una idea, o un anhelo, se concreta, y lógicamente el resultado es infinitamente mucho más satisfactorio, me permite evolucionar en un lenguaje en el que sentía comenzaba a encontrarme trunca.
El recurso de “serialidad” el cual ya he comenzado a romper, para abarcar lo más propiamente “fotográfico”, remite a la serialidad de frames por segundo en una toma. Y podrás decirme, pero no es lo mismo, “el cine es movimiento” y yo te digo: “EL CINE ES MONTAJE. LA FOTOGRAFÍA ES MONTAJE. UNA PINTURA ES MONTAJE”. Siempre fui fanática del montaje externo junkie bien hecho en la línea de “Requien for a dream” de Darren Aronofsky o del montaje interno de “Funny games” de Michael Haneke, pero si reducimos todo a su esencia, la misma es una toma, un frame fijo donde todos los elementos en su interior con sus puntos fijos de interés harán el laburo de célula madre que en su conjunto formaran la obra de arte en sí misma. No se necesita del artificio del movimiento para decir “esto es cine”. Considero Revolver Dolls más cinematográfico que cualquier film que haya realizado porque materializa el 80% de lo que proyecto desde el vamos en mi cabeza, cuando en una filmación de una película lograba materializar un 30% apenas. Seguramente si preguntas vas a encontrar quién te diga “pero eso está re bueno”, y sí, puede serlo, pero no deja de estar muy lejos de la idea inicial proyectada mentalmente. Esto me trae a la memoria también el hecho de que cuando cursaba cine decía que el cine sin actores profesionales no era cine, me retracto de eso absolutamente, es más, quiero hacer más adelante STOP MOTION con Revolver Dolls aunque no sé si seguiría siendo Revolver Dolls, sería otra cosa.
Revolver Dolls podría definirlo como mi manera de poder canalizar el hacer cine en un país del tercer mundo casi atrasado de toda civilización relacionada con el arte y aún más con el cine. En Argentina no existe una cultura del arte, existe la cultura del cuadrito bazar de Marilyn Monroe comprado por $2 para decorar el living de la casa. Y no hablamos de que haya dinero o no para embeberse de arte, es otra cosa que pasa por la cabeza, algo que los gobernantes locales lejos de fomentar destruyen.

Revisando tus numerosas series hay una especie de continuum con respecto a situar a barbie en imaginarios venidos del cine, las tiras cómicas, la industria de la música, los massmedia; siendo esto muy natural (la barbie es una creación de la industria del entretenimiento) en qué consiste esa notable diferencia que persigues en cada serie??

Uy, terreno pantanoso… jajaja, creo que deriva de varias cuestiones. Desde el vamos creo que los argentinos no tenemos un sentido nacionalista en lo más mínimo, sí nos mentimos con el dulce de leche, el Tango, Maradona y el mate pero somos hartos individualistas criados con el sistema fast food traído de junkielandia porque somos una colonia cultural. Y de niña mamaba todo esto, veía más producciones junkies habladas al inglés que a mis propios vecinos o familiares. Mi padre un ausente total que mejor no verlo nunca y mi madre, consumía televisión como si fuera morfina. Recuerdo que no podía despertarla de ese estado hipnótico porque se sacaba por completo y se ponía realmente violenta, de ahí es que cuando era chica pensaba “si logro meterme dentro de esa cajita chica (tv) y consigo que pueda verme ahí tal vez logre alguna vez que pueda quererme”. Terrible jaja, pero así nació mi deseo de ser cineasta, luego más adelante me daría cuenta que era mi verdadera profesión y de que no podía esperar nada de mi madre sencillamente porque era una narcisista adicta al gimnasio y a la frivolidad sin lugar para el amor. De niña encontraba refugio en mis Barbies. Luego entrada en la adolescencia vendría un nuevo refugio lleno de autodestrucción: “el grunge”, Kurt Cobain y su eterno niño maldito, el hombre incapaz de crecer víctima de sus fantasmas infantiles hasta el final de sus días. Yo amaba la música de Nirvana y la sigo amando aunque casi no la escuche pero creo que me ponía peor de lo que estaba y era ya un estadio masoquista del que no podía despegar. Ya la figura de Michael Hutchence suicidado en 1997  me obsesionaba, creo que fue la primera celebridad que yo reconocía, porque desde siempre mi tío fue fanático de INXS y por ende lo reconocía como el cantante de… Analizándolo en el tiempo comprendí que la cultura del fast food con su lema “Live fast, die young” había atravesado la cabeza de un montón de jóvenes de manera nefasta y no solo del grunge. Aún recuerdo a mi hermano llorando la muerte del cantante de cumbia Rodrigo Bueno, a la edad de 27 años. Lo nefasto de esto era ver cómo se revalorizaba la cultura de la muerte día a día, y se sigue haciendo hoy en los medios constantemente, cuántos artistas notables de menor alcance a los medios mueren y recién al hacerlo ocupan un titular en los diarios.  Es un espanto, pero forma parte de un mal mayor “la falta de proyección”, el eternizarte como un eterno niño incapaz de evolucionar y por ende convertirte en un individuo con verdaderos objetivos y por ende convertirte en una amenaza para aquellos que quieren perpetuarse en el poder. Una persona que no vive el día a día es una persona que consume menos y a su vez es una persona que muy probablemente no quiere tener en el gobierno de presidente a un ladrón. Figuras como Cobain o Jim Morrison, por más grandiosas que hayan sido musicalmente fueron puestas en escena en determinados momentos socioculturales por algo, muy probablemente por la misma maquinaria que su música defenestraba. Es irónico y trágico, pero son paradigmas que me obsesionan porque marcaron mi infancia y seguramente la de muchos otros chicos hoy adultos. A su vez busco desde la admiración y desde la aberración desenmascararlos. Hay un estribillo de una letra de Lana del Rey que no paré de escuchar mientras creaba la sesión de “Violencia Violeta” que dice:

“Run for your lives
They got ‘em in chains
Let’s hope that we merge
Create our own games
Dj’s, Rockstars, posers, we are
Then the politicians
That surrender the additions
And it’s so pornographic and it’s tragic
Nothing magic makes us free
To be what we wanna be, wanna be”

Lógico, Lana se crió en una cuna de oro y es la nueva figurita massmedia, figura que amo por cierto, pero no por ello por momentos puedo aborrecer, y cuando leo letras como estas u otras, veo que hay una generación de afectados que logran ver los hilos del asunto aunque no por ello van a dejar de formar parte de la cultura live fast, die young, porque es lo socialmente establecido y bien visto, y es lo que les deja dinero en el cajero. Sí, socialmente bien visto: Cobain muerto a los 27 años con la tapa de los sesos en el suelo dejando huérfana a una hija bebé en manos de una mujer adicta al crack. Qué ídolo no?

Con respecto a la metodología y el sentido de tu trabajo…qué encuentras y qué no encuentras en la postproducción de tus series?

Sigo sin encontrar el tiempo necesario para sumergirme de lleno en la producción de las series, en el tiempo adecuado que ellas requieren. Creo que recién ahora comienzo a hacérmelo y a respetarlo pero no como quisiera, porque la vida real y el no vivir de lo que uno quisiera convierte el tiempo a veces en un lujo. Con “Violencia Violeta”, la primer serie de este año afortunadamente comencé a romper un poco ese esquema, fueron casi 4 meses de estar atornillada en la compu trabajando las fotos escuchando full time Lana del Rey mientras tomaba mate sin parar, fulminándome la cabeza en horas ininterrumpidas. Apenas cortaba para ir al supermercado y cocinar, pero fue todo un 2012 donde dije, cuando pueda hacerme el tiempo de corrido arranco con la post, no antes, porque la velocidad de la obra, la constante práctica de la creación aceitada para mí es fundamental y el estado de serialidad de Revolver Dolls encuentra el sentido en ese estadio de excitación nerviosa en medio de la realización donde finalmente la magia fluye.
Sigo encontrando el nirvana, esa suerte de comunión mágica que busco en cada serie, pero no se da siempre. A veces la mejor fotografía de la serie no viene a la par de ese nirvana, pero está cerca de ello. Sigo encontrando inspiración y necesidad de seguir probando nuevas cosas. Me perfecciono en la técnica cada vez más, que no es menor. Es un lienzo en blanco donde cada vez que más creo más posibilidades veo. En éste último tiempo especialmente he comenzado a encontrarme con la fotografía dentro de Revolver Dolls, con el concepto más propiamente fotográfico tal vez más alejado de la serialidad y más concentrado en el montaje interno de 1 toma para 1 toma y es como arrancar de cero con otro lenguaje, que si bien tiene muchos puntos en contacto con el cine por momentos veo que pasa por otro lado.
En materia de fotografía propiamente hablando amo a Irving Penn y al que considero su sucesor, ya difunto desgraciadamente, Herb Ritts. Son una cosa magistral que en algún punto creo que ya lo han inventado todo. Ver una de sus fotos me produce una elevación a otro universo que es a lo que aspiro llegar con las fotos de Revolver Dolls. Lograr esa suerte de “eterno momento”, mágico, sin tiempo, un estado de suspensión que solo logra el arte más puro, sin géneros ni etiquetas. En la línea de la pintura, Francis Bacon y Antonio Berni me elevan casi al mismo nivel. Tienen ese color rabioso que las obras de Penn y Ritts carecen, pero la composición de estos dos fotógrafos a mi parecer sigue siendo superior.

Teniendo ya un corpus de obra y analizando los cuatro años de trabajo ¿Cómo evalúas este momento y qué estás buscando ahora para la fotografía?

Lo evalúo como un momento clave, creo que recién ahora en éste cuarto año he logrado el grado de maduración que estaba buscando pero sé que aún me falta mucho por delante, sé que series mejores vendrán. De hecho, con la nueva serie, la cual comienzo en breve, una sesión que viene eternamente postergada por motivos varios (pero que ahora agradezco que haya sido así porque será una mejor obra), “El mundo privado del heladero y su mujer”, más allá de la complejidad temática y compositiva tengo como objetivo explorar nuevas técnicas visuales que no sé hasta qué punto alejaran más a Revolver Dolls de la fotografía para acercarme al dibujo y a la pintura. Quiero trabajar una técnica mixta muy cercana al cómic literal, casi sin photoshop, con tinta china y pinceles, porque esta historia nueva en particular amerita el tratamiento diferenciado. Será un gran desafío y temo caer en el dibujo pleno cosa que podría hacer pero no quiero, al menos en esta sesión. Medir el grado justo de dibujo sin desvirtuar el grado de realismo fotográfico sea tal vez mi mayor desafío inmediato para esta serie. Midge y Ken vintage serán los protagonistas de ésta sesión que tendrá muchos de los dolls más anhelados de mi colección, dolls que amo y ansío inmortalizar. Detrás de cada serie sueño con poder dotar de vida aunque sea en una foto a cada una de las Barbies y Kens que constituyen mi colección. Como devolverles aquella vida tan maravillosa que me dieron cuando era niña y solo había infierno a mí alrededor.
Creo que el no poner etiquetas será un puntapié imprescindible para ésta nueva etapa de Revolver Dolls. La nueva serie abrirá con una escena en el cine donde estará solo Midge (la esposa del heladero) sentada en una butaca mirando una pantalla que dirá “IS NOT CINEMA. IS NOT PHOTOGRAPHY. IS SUSPENDED TIME- REAL LIFE.” (No es cine. No es fotografía. Es vida real en tiempo suspendido).

www.revolverdolls.com

August Sander o el rostro como indagación social

August Sander o el rostro como indagación social

Es lógico pensar que Sander, quien pretendía cimentar un exhaustivo catastro del rostro alemán, redujese al mínimo sus intervenciones en el contexto en el cual fotografiaba: una especie de transparente neutralidad se plegaba al paisaje de los cuerpos y rostros de su tiempo; un prístino cristal, conocido pero riguroso, se desplazaba indistintamente entre los pueblos de Alemania y la necesidad científica del momento. En efecto, ha sido plenamente documentado que la fotografía en sus comienzos estuvo muy vinculada a los requerimientos de la razón positiva. Es la fotografía el medio perfecto para registrar, ordenar, e inventariar el mundo. En esta afirmación está la tesis de André Bazin, quien declarará que en la toma fotográfica no media intervención humana y que su naturaleza mecánica la hace vehículo inagotable de la pulsión naturalista. Rigurosidad científica. La intención de Sander no es otra: sus fotografías quieren transformarse en fuentes imparciales y extensas de una determinada cultura sin la intervención de la expresividad o moralidad del fotógrafo. Sander no busca “falla” alguna; no persigue obsesiones en los pliegues de los otros. No se concentra en motivos oscuros a la conciencia moderna como lo hará Diane Arbus 30 años después.

Sus tomas respiran prudencia; el fotógrafo ha invitado al modelo a posar con la naturalidad de siempre, en confianza, sin forzarlo, y desde un distancia que informa adecuadamente sobre la condición social y el contexto del sujeto. El operador de la cámara actúa como lo haría un taxidermista reconocido. Clasificando a sus parroquianos. Para esto ha subdividido a la sociedad en agrupaciones por clases de intelectuales, trabajadores, artesanos, profesionales liberales, campesinos, eclesiásticos y militares. Sander ha sido sensible también a la división etaria y generacional de estos grupos. En fin, ha propiciado una especie de “estudio histórico que intenta revelar y sintetizar los orígenes y las condiciones del desarrollo socioeconómico en Alemania durante más de cuarenta años.” De acuerdo con esto estaríamos frente a una obra que gozaría de una gran homogeneidad ya que parte de un ordenamiento social y cultural del espacio y del tiempo. En este sentido, las figuras de Sander ponen de manifiesto la totalidad de elementos constitutivos de la fe, la profesión, la política, el bienestar, la inteligencia, etc. Son un llamado visual a reconocer la esfera evidente de lo típico y estereotipado. Lo que es visible debe aparecer como rasgo positivo del individuo y debe informar acerca del origen social y del quehacer del hombre: debe revelar a aquella sociedad que lo ha trasformado (el rostro mismo, nuestra faz) en máscara de su tiempo.

Pero, según Lacan, ¿no es el rostro el más evanescente de los objetos? Si, pero es la fotografía la que puede transformarlo en máscara. En símbolo. Al sacudirse del tiempo, lo que la fotografía está haciendo, entre otras cosas, es llevar al rostro al terreno del estudio comparativo. El proyecto de Sander tiene en su época elementos comunes con aquella ciencia que estudia los rasgos de la naturaleza: la fisiognómica. La fisiognómica siempre ha perseguido aislar los elementos esenciales de un rostro de aquel devenir de inferencias subjetivas y naturales, en otras palabras, de las incertezas que campean en toda interpretación libre de un rostro. (Práctica ésta del amor, del pelambre, de la envidia, etc.) La fisiognómica, como la frenología, seudociencia de principios de siglo, buscaba establecer equivalencias, leyes, signos unívocos. En esta búsqueda se evidencia el carácter esencialista y Aristotélico de la empresa: un rostro debe poder suministrar rasgos estables sobre los cuales el conocimiento social se organiza de forma duradera. Insujeto a las veleidades de las pasiones, a las quemaduras de la fugacidad dionisiaca, este rostro debe “contener” el mundo cultural que presenta como continente. Cada rostro se transforma en el portador de un mensaje social que lo trasciende. (Muchos de los modelos fotografiados por Sander no llevan nombre ni apellido. La única información esta referida a la ocupación, al año y al lugar físico de la toma.) Así cada testa, cada cuerpo, cada pose articula en conjunto con otras capas un mapa de identidades que se vislumbran. Porque Sander ha partido de la observación inmediata: no ha construido una identidad a priori: de ahí su problema con los nazis. Los agentes culturales del Tercer Reich encontraron inquietante su imparcialidad sistemática. Sus rostros templados y despejados son los rostros de un desarrollo que se busca pero que no totaliza.
Pero, si un rostro puede hablar de su tiempo, ¿cómo lo hace? Repasemos algunas de sus fotografías. La más famosa: la del notario. El fotógrafo ha sido muy preciso, ha encuadrado los elementos de esta escena para que hablen por sí solos; su cámara, lo suficientemente alejada para no perturbar a ese profesional revestido de cierta dignidad. Observamos con gran detalle la entrada exterior de su hogar, de bellas escalinatas y quizás rodeado de un pequeño antejardín.

Un perro de raza lo acompaña con obediencia. El notario no nos mira, pero no lo hace con desdén o superficialidad. Su mirada se posa fuera del campo visual. Podemos intuir que no ha ido demasiado lejos. Ciertamente ha elegido la mejor forma posible para que la información acerca de su situación social revele su impronta pública. El ejercicio notarial está revestido de cierta ética y probidad social. (También de cierta dimensión económica.) Es la visualidad de un profesional dedicado a la certificación legal de documentos de uso privado y publico. Aquí, eficazmente el paisaje se ha fundido con el cuerpo y el rostro, y este es el éxito de tan famosa fotografía: la seriedad de la pose de este notario es sincrónica a la sencilla solidez de su hogar. ¿Esto es todo? Indudablemente para que un rostro se signifique como mapa social ha de mostrarse a cierta distancia. A una altura y eje de la mirada que no disloque la visión centralizada de un observador histórico, imparcial. Y es evidente: en esta fotografía como en muchas que forman el libro “Gentes del siglo XX” no podremos enfrentarnos a la ambigüedad del cara a cara. Un aspecto que ha sido definido en los últimos 40 años por el filosofo Emanuel Levinas como el encuentro con la “significación sin contexto”. La diferencia entre este rostro de Levinas, sin historia, que irrumpe en mi vida demandando una relación con otro distinto de mi, (un rostro, por cierto, de posguerra, que no tiene procedencia, ni raza, ni origen, ni edad) y el rostro contextualizado, “historizable” de Sander entrega un campo de discusión interesante para repensar en el tipo de imagen que demandamos cuando pensamos en la función fotográfica frente al mundo.
En este sentido, la obra de la chilena Paz Errázuriz demuestra ser un claro y consistente ejemplo de una postura radicalmente distinta. En contraste con la mirada científica, imparcial de Sander, estos registros obedecen a demandas subjetivas, a concentraciones íntimas en unas variaciones tonales sobre un mismo tema. Como ha dicho Claudia Donoso, estas fotografías de pobrezas boxeriles y circenses, de minorías sexuales y mentales explicitan la búsqueda de una máscara: “la propia”. Al mismo tiempo, estas marcas personales proyectan un desplazamiento, un deslizamiento caro a la historia de la fotografía: en muchos casos, quien ha optado por el empeño solitario de exponer la marginalidad de su tiempo manifiesta la rúbrica de una desviación de clase. Es decir, y esto no es nada nuevo, Paz Errázuriz, en el mismo sentido que Diane Arbus, aunque no con la misma fruición, asume “aliviar la carga” de su existencia de clase media proyectando sobre los territorios alquímicos de la imagen fotográfica un rostro que le falta, una carencia, un dolor que prontamente llega con cada “mirada que se devuelve”. La mirada de Sander, por el contrario, no busca exorcismos. Demanda de nosotros aquella función mental que privilegia el orden, el placer cognitivo que obtenemos cuando somos precisos y exactos con la materia del tiempo y el espacio:

“La obra de Sander es más que un libro de Fotografías: es un Atlas que ejercita”. (W. Benjamin).

 

Mauricio del Pino Valdivia
Fotógrafo y Periodista
Comunicador Audiovisual
www.fotogamia.cl

Topofilia: una naturaleza urbana

Topofilia: una naturaleza urbana

Obra de Sebastián Mejía

«Yo trato de concentrar todas mis decisiones en darle poder al objeto. Disminuir cualquier tipo de obstaculo o interferencia entre el lector y el objeto. Como ángulos marcados, iluminación dramática o trabajos de posproducción donde la mano del autor se hace presente. El objetivo de eso es usar la fotografia como una especie de vehículo lo más transparente posible, para darle un pedestal al mundo como lo encuentro.»
«Mis fotografías buscan un ritmo lento, un tiempo que no es el de la imagen fugaz. Pero detrás de eso hay una serie de temas que chocan con esa aparente “calma”